Por Jorge Negroe
Está nota o columna no refleja el pensamiento de Radio Asalto , es responsabilidad de quién la escribe.
Hablando del Gran Premio de la Ciudad de México, hace unos días salieron a la venta los boletos de la edición 2025, los cuales se agotaron en un sólo día, con precios que iban desde los 3,900 hasta los 45,700 pesos. En un evento que se realizará del 24 al 26 de octubre y conmemorará el décimo aniversario del relanzamiento de la Fórmula 1 (F1) en nuestro país, además de ser el último que se realizará con el actual convenio, por lo que ya existen planes para extender la vida de esta carrera, cuyas entradas están dentro de las más caras del mundo.
Cuando vi la noticia le escribí un mensaje a Beto, un amigo que es muy fanático de asistir a observar este deporte (de esas personas que si le entienden a la estrategia de los cambios de llantas y la manejada veloz), quien me contó que no había podido conseguir entradas a pesar de tener experiencia al comprar en varios años anteriores, lo que me llevó a pensar que habrá mucha reventa más cerca del evento.
Y es que la Formula 1 es más que solo ir a ver al Checo Pérez, moda que se renueva cada vez que el mexicano sube a algún pódium. Ya que un circuito como el de nuestro país consta de dos días de actividades antes de la carrera, en los que se realizan tanto pruebas como clasificaciones que les permiten a las escuderías ajustar la tecnología de sus motores y llantas al clima, altura y temperatura del Autódromo Hermanos Rodríguez (donde se hace el evento).
Estas dos jornadas hasta antes del 2021 (año en que Pérez entró al equipo Red Bull) tenían muy poca asistencia de público, demostrando con ello que varias personas solo iban el 3er día (el importante), a tomarse fotos, beber cervezas carísimas, aprovechar los premios que regalan los patrocinadores, bailar con los Dj’s que amenizan el evento y dejarse ver por los demás. Por eso Beto me contó que durante el premio del 2017, vio a Margarita Zavala, cuando se postuló como pre candidata a la presidencia de la República, al lado de Felipe Calderón dándose “baños de pueblo” en las gradas más baratas de la F1, donde invitaban a los “espectadores más humildes” a votar por Zavala.
Y es precisamente Felipe Calderón uno de los culpables de que la F1 llegara a nuestro país, pues después de su presidencia participó en el grupo de empresarios (donde también estuvo el hijo de Carlos Slim) que buscaron regresar el Gran Premio de México luego de que este se dejara de hacer en 1993. Lográndolo en 2015, lo que le valió formar parte de la Federación Internacional del Automovil (FIA), institución que supervisa y organiza los premios alrededor del mundo. Consiguiendo hacer de este evento un bastión de resistencia “fifí” cuando llegó al poder López Obrador. Lo que le valió la amenaza en 2019 de la entonces jefa de gobierno (y hoy Presidenta de la República) Claudia Sheinbaum de cancelar la carrera para el siguiente año (2020), decisión de la que después se retractó, aunque esta finamente si se canceló, pero no por presión política, si no por el COVID 19, reanudándose en 2021.
Siguiendo con las carreras, los pilotos alcanzan velocidades de hasta 370 Km/h, lo que se siente algo así como manejar un avión cuya fuerza avienta a los pilotos contra la silla, quienes reciben una presión que puede desmayarlos, donde entra en acción su habilidad para calcular los volantazos en las curvas con sólo segundos de anticipación y (aquí viene la verdadera estrategia) midiendo los tiempos exactos para entrar a que su equipo les cambien llantas, lo cual les permitirá tomar ventaja de sus contrincantes de acuerdo tanto al desarrollo de los vehículos como al tipo de neumático, pues los más delgados les dan mayor rapidez pero más desgaste y los gruesos más tiempo en la pista pero los hacen lentos, por lo que la clave está en equilibrar todos los factores durante las 71 vueltas que, al menos en México, deben realizar… eso si no llueve, porque entonces cambia todo.
Y este proceso se repite durante las 30 carreras que dura el Campeonato Mundial de Fórmula 1, en el que compiten 20 pilotos pertenecientes a 10 escuderías que irán sumando puntos dependiendo de los pódiums que consigan alrededor del mundo, para que al final se premien tanto a los pilotos más exitosos de la temporada, como a los equipos que los impulsaron (estos últimos llamados “constructores”), pudiendo no siempre coincidir unos con otros, repartiéndose algo así como mil millones de dólares entre los mejores participantes, pues construir, mantener y transportar tales vehículos no es cosa sencilla, aunque esto lo hagan corporaciones como Ferrari, Mercedes, Aston Martin o incluso VISA.
Así, tanto dinero se ve reflejado en una vida lujosa para los pilotos, quienes además de los premios, ganan varios millones de dólares por carrera, comprando mansiones, viajando en aviones privados y mostrando en redes sociales su status, del cual buscan una “embarradita” muchas de las personas que asisten a las carreras, esperando que el verlos pasar rápidamente frente a sus gradas sea suficiente para hacerlos “más fifís”, por supuesto, con sus múltiples excepciones. Aunque Beto me dijo que cada vez hay menos gente superficial y más “fans reales” que entienden el juego y se preocupan por aprender las estrategias de la F1 (como él mismo se considera), pero yo no le creo.
Y aunque pareciera que la FIA, (tal como hace la FIFA en el futbol) domina el mundo de las carreras premium, en realidad el dueño del concepto F1 es el conglomerado de medios estadunidense Liberty Media, que negocia con las escuderías, decide en que sedes se corre y en cuales no, además de que vende los derechos de transmisión a nivel mundial y se lleva una buena tajada de cada carrera. Por cierto, que Liberty también es dueño del equipo de beisbol profesional Atlanta Braves.
Ya para cerrar, ¿Qué beneficios tiene el organizar una carrera en el país? Primero que nada presencia internacional al colocar a México dentro de los países deportivamente “desarrollados” (desde la mirada del capitalismo global), luego, lo que se supone es una gran derrama económica reflejada en 20 millones de pesos por edición (según la Secretaría de Desarrollo Económico) en turismo, consumo de hoteles y restaurantes, así como en escenario para que los influencers, famosos y gente que quiere ser conocida se codeen, pero que también provoca sobre precios en los productos dentro del inmueble donde se realiza, economía informal en los alrededores, piratería, gastos a la ciudad en infraestructura y seguridad, problemas de tráfico en la zona así como contaminación en los alrededores del Autódromo… al final, es el gran circo para los pocos que si logran pagarlo.
*Fé de erratas de la columna de la semana pasada martes 12 de noviembre: donde dice “la North América World Cup 2025”, debería decir “la North América World Cup 2026”, fue un error de dedo que agradezco a mis lectores que me lo hayan hecho saber.